El ensueño de una palabra vívida

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Anochece,

corremos.

Somos contratiempo.

Tu corazón late.

La premura es sonora.

El ensueño de tu cabello.

Una palabra

(se escucha como un susurro).

Respiras, se pronuncia.

He aquí y ahora

como vorágine:

es olvido.

Desprendimiento irreal.

 

Somos materia de ensoñaciones 

colisionando y de pronto, 

¡despiertas! ¡despierto!

 

Tus manos se levantan, sienten al tacto el calor que emite tu rostro. Parpadeas, miras alrededor. Tus ojos se pierden como un navío en altamar. Ardes en vida mientras repites una y otra vez, una sola palabra, apenas audible:

 

–Recuerdo. Recuerdo. Recuerdo.

 

Iterativo deseo aprensivo de la vida.

La vida.

La vida es diáfana y nos atraviesa.

Recorre con su candor nuestros cuerpos.

Vivimos, re-vivimos.

 

Inhalamos, exhalamos

de tu aliento ardiente,

del sol resplandeciente.

Corazones agitados.

Y tu voz que es un crisol incandescente.

 

Lo repites.

Desintegración nocturna.

Nuestras manos enlazadas

y de pronto somos interacción lucífuga. 

Coacción inalterable.

Retorno de la ensoñación vívida.

 

Me vuelvo un instante lúcido que desembarca y puedo ver el cielo.

Camino.

El aire alcanza mi pecho, es un gélido e incipiente torbellino que se vuelve efímero.

 

Destino, momento.

Coacción y acontecimiento.

Azar inconmensurable.

 

De nuevo. Despierto.

 

***

 

Una mariposa revolotea, su vuelo es apacible.

En el llanto de una hoja que balbucea una sola palabra, se enuncia la canción vívida de este ensueño. Impertérrito deseo de caer. Desciendo al lúgubre sentido del mundo i-real.

 

Camino y soplo en dirección del viento.

Caigo en sueño.

No despierto,

me arrebata un último suspiro, 

una palabra sola:

 

Despierto.

 

Aquí me encuentro.

 

Instantes.

Retención.

Colisión imperdurable.

Imágenes perpetuas

y designio inalterable.

 

Desencuentro… Y al final…

Despierto.

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