
El comienzo puede traer un sin fin de emociones. Todo depende de los ojos con que veamos las cosas, pero una vez que estamos en el escenario podemos experimentar. Y quién sabe, podríamos desarrollar nuevas pasiones.
Vivir es una experiencia, pero muchas veces puede ser difícil ir en busca de nuevas aventuras, por lo que solemos escondernos sin saber que eso puede destruirnos.
Tomemos esto como si fuésemos pequeños conejos que buscan sobrevivir el día a día escapando de los depredadores o, simplemente, refugiarse del mal clima. Lo normal sería buscar un hogar o hacer uno.
Cavamos nuestra propia madriguera que nos permite sentirnos seguros ante cualquier situación. Sin embargo, si con el tiempo empezamos a huir de lo que nos aterra, la madriguera se volverá más profunda.
Para algunas personas su madriguera es un lugar, para otras, es una persona. Es eso que en cuanto lo vemos o sentimos nos genera una tranquilidad infinita que jamás querremos dejar ir. Es la oscuridad de la tranquilidad la que nos impidió ver la verdad. Entonces es aquí donde debemos preguntarnos: ¿Vale la pena?
¿Estamos seguros de que no habrá arrepentimientos futuros?
Algunos en este punto estarán en negación y otros habrán entendido el punto. La respuesta de cómo salir de la madriguera es un tanto banal, ya que es un proceso. Uno que no muchos están dispuestos a seguir por el esfuerzo, dedicación y tiempo que requiere. Lo cierto es que una vez que decides poner de tu parte, lo demás es cuestión de tiempo.
Comenzando por reconocer aquello que te atormenta, respira un momento y toma la iniciativa de hacer eso a lo que temes. Ya sea desde una cosa tan pequeña como salir de casa, hasta hablar con aquella persona a la que en su momento no fuiste capaz de decirle lo que sentías.
Y lo sé, no es fácil decir perdón o gracias, pero debes recordar que el dolor y la vergüenza son parte de vivir.
Las personas cambian cuando las circunstancias lo hacen, sean éstas buenas o malas no debemos olvidar que nadie es perfecto y que podemos causar tanto daño como otras personas a nosotros.
Pero, sobre todo, primero tenemos que perdonarnos a nosotros mismos.
Muchas veces querrás dejar todo para volver y es entonces cuando puedes sentarte a respirar, gritar o llorar. Ser débil también es parte del proceso para ser fuerte.
Te aseguro que cuando finalmente salgas de tu madriguera, no habrá depredador que te haga temer, ni tormenta más fuerte que tu valentía.
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