Un regalo para todos

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Al nacer celebré mi vida con mi primer llanto y ahora celebro mi muerte con mi primer silencio de paz verdadera. Pero que esto no te asuste, a mí me aterraba tanto que evitaba incluso pensar en su nombre; si me invitaban a un velorio prefería no ir pues ella iba a estar presente; la evitaba como si se tratara de un amor fallido de juventud.

Tenemos conocimiento de ella desde el día en que nacemos. La evitamos, somos groseros con ella al grado de maldecirla o insultarla; pese a todo, ella se queda y nos acompaña siempre. En el momento de oscuridad ella está para todos.

Constantemente buscamos hacer lo que sea para preservar la vida. Sin embargo, el verdadero sentido de la vida no está en la preservación si no en la renovación. En tu sangre corre la crónica de la vida y llegará tu turno de pasar la antorcha a la nueva sangre. Me tomó tiempo entender que ella es medicina para el enfermo, tranquilidad para el tormento, silencio para el alma. En una sola palabra, te puedo decir que la muerte es un regalo, pues cuando das el regalo de la vida también estás dando el regalo de la muerte, un obsequio hermoso.

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