Una palabra

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Es el vigésimo quinto día que no salgo de mi habitación. Las paredes me protegen del asfixiante exterior. No tengo ánimo de levantarme. A través de la ventana se filtra un poco de luz que se refleja en las motas de polvo en el aire; escuchó la voz de mi hermano quejándose de lo inservible que me he vuelto en los quehaceres de la casa. No puedo dejar de sentirme derrotado. Así que me cubro con algunas sábanas blancas y cierro los ojos. En mi mente quiero que todo sea diferente, quiero que él siga con nosotros. Pero sé que es imposible. Pensar en un futuro diferente me causa pánico, ¿acaso ya no volveré a sentirme bien jamás? ¿El resto de mi vida me sentiré con este hueco en mi pecho?

     Quisiera no volver a levantarme, permanecer en este preciso instante toda mi vida. En un pequeño lapso de tiempo donde el reloj se detiene y me quedo aquí acostado, y duermo eternamente. 

     La voz de mi hermano se silencia y toda la casa se sumerge en una absoluta tranquilidad. Me descubro los ojos un poco y veo mi estante repleto de libros, algunos obsequiados por él, y el sentimiento me envuelve nuevamente con un abrazo aterrante. No me suelta. Me presiona tan fuerte que toda la habitación comienza a volverse pequeña y el exterior comienza a derrumbar las paredes que antes me parecían seguras. Me levanto de la cama abruptamente, no puedo respirar, trato de tranquilizarme; pero todo esto es demasiado. Su muerte es demasiado.

     Me siento como una palabra, una única palabra, sola y ausente de otras que la acompañen para traer algún significado, alguna emoción o alguna historia.

     —Mau, ¿puedo entrar? —pregunta mi hermano desde el otro lado de la puerta.

     No respondo. Aun así, él entra.

     Lo veo detenidamente, su cabello alborotado lo hace parecer mayor. Pero sonríe.

     —Estaremos bien,  ¿de acuerdo? —indica sin dejar de sonreír—. Tú, mamá y yo. Los tres vamos a salir adelante. Papá sigue con nosotros y es justo lo que quiere: Vernos bien.

     De pronto la habitación se destruye y el exterior se siente un poco más seguro. Puedo respirar tranquilo una vez más, y dejo de ser… una palabra sola.

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