Cuando dejas que los muertos resuciten

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Te dejé vivir otro ratito aquí y supe que seguía sin haber cabida para los dos. Te he dejado entrar con las heridas a las que no les crecen flores, aún no sé con qué afán. Quizá quería regarlas, a ver si algo retoñaba; esperaba que fuera una enredadera la que brotara de la tierra y subiera por mis piernas hasta convertirme en parte del paisaje que adornaría tu tumba. Como se dieron las cosas, yo creo que no fue ninguna. Elegí desenterrarte porque pensé que tu ausencia era la razón de mi agonía, pero cuando sacas de la tierra a los medio  muertos, olvidas que lo único que saben hacer es consumirte para llenarse de vida.

Descubro que la muerte nos alcanza si la dejamos entrar; que los fantasmas que se quedan arriba de los cuerpos enterrados, terminan consumiéndote cuando les permites existir. Les crees que hay algo oculto a tres metros debajo de ti, te dicen que hay algo que olvidaste cuando lanzaste rosas a la fosa y cometes el error de desenterrar a un medio muerto empeñado en sobrevivir a costa de tu vida. Aquellos que recubrimos con tierra e incluso con cemento para que no escapen, muertos están; pero los medio muertos todavía luchan por quedarse arriba. No piensan ni deciden, es su naturaleza la que los guía a sobrevivir en un entorno que desconocen, la que les obliga a hacerte daño. 

Pensé que si te desenterraba iba a estar mejor, pero he perdido más que la energía que usé en sacarte de la tierra. Han vuelto los dolores en el pecho, el llanto diario y el insomnio. Otra vez la cama quiere volverse mi tumba y me acoge diciendo que me había extrañado. Has querido que acepte que te quiero, que has resucitado para ello y para descansar en paz. Ahora que lo he hecho, quien no descansa en paz soy yo.

Por fin me despedí de mi medio muerto y acepto que no quería hacerlo.

Es primavera y pienso que el sol ha ahuyentado a los fantasmas, pero de repente escucho sus voces y respondo que no hay nada que valga la pena desenterrar. Luego de meses de luto, voy por la calle y veo que alguien lo ha desenterrado. Mi medio muerto sigue consumiéndose la vida de alguien más, la suya misma, pero en mi caso la tierra se volvió fértil. Los rayos de sol y la lluvia me acogen y también me dicen que me extrañaron. 

He renacido en primavera, pero el otoño me enseñó que sólo entiendes por qué deben seguir enterrados cuando revives a los muertos, que debes correr por tu vida antes de que te conviertas en uno de ellos.

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