6:00 am

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Hoy me dirijo a usted sin placer alguno de saludarle y sin ningún afán de saberle cerca de mí otra vez, puesto que su última visita fue de lo más desastrosa. Usted hizo que aquí las cosas se rompieran.

Habíamos escuchado rumores sobre usted con anterioridad. Y sabíamos que a nadie le agradaba saber de su llegada. Era frecuente que sus anfitriones terminaran por odiarle; pues al terminar su visita, algún miembro de la casa terminaba por fugarse con usted. 

Mi familia y yo nos sorprendimos al saber de su llegada aquella tarde de octubre. Intentamos recibirlo con la paciencia con que se recibe a cualquier invitado indeseado. Pero pronto usted abusó de nuestra hospitalidad; sobre todo, de la dulzura de mi madre. Ella lo acogió y lo trató con tierna resignación. Pero usted decidió que la perseverancia de mamá no era suficiente para obtener su compasión. Entonces, como los rumores sostenían, decretó que se llevaría a mamá con usted. Y así lo hizo. La madrugada del 24 de enero, a las 6:00 am, ambos desaparecieron. 

Es por eso que mi cólera lo seguirá por siempre. Y me irrita saber que mi madre jamás volverá. Pero usted podría regresar sin previo aviso como lo hace siempre. Yo jamás pude verle con buenos ojos y tenga la seguridad de que nunca lo haré. Mi rencor hacia usted no pasó desapercibido en mi hogar y no me será indiferente en cualquier hogar en el que usted se encuentre.

Así que por este medio le suplico jamás poner un pie dentro de mi casa nuevamente. Pues yo no poseo la paciencia de mi querida madre. 

Le reitero mi completo odio y desdén. Señor Cáncer, usted rompió mi alma. Rompió mi familia y nuestro futuro juntos. Por lo tanto, me despido de usted. Hasta nunca, le deseo lo peor de este mundo. Una cura. Usted ya no amerita una sola palabra más de mí.

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