Henos aquí como si el mundo fuera solo nuestro,
como si nuestros anhelos y sueños estuvieran detenidos en el tiempo,
como si alcanzáramos las horas marcadas por el reloj,
como si pudiéramos recuperar todo lo vivido.
¿Lo podemos hacer? Sí, solamente en pequeñas cápsulas llamadas ‘recuerdos’.
A veces son tan fugaces, tan inciertos, tan vacíos, tan grandes, tan inexplicables.
Un mañana puede estar a cientos de segundos de distancia,
para después convertirse en nada,
solamente en pasado, en algo efímero, en algo olvidado.
En esta tierra, nada pasa,
todo solamente se transforma,
en esta tierra hasta la más mínima pisada se convierte en una sacudida enorme,
porque todo repercute,
porque todo está ahí, inerte, esperando a ser modificado.
Nosotros también estamos esperando ser algo mejor,
a que suceda una metamorfosis en nuestro ser,
porque somos tan inexplicables de arriba hacia abajo,
desde nuestro corazón hasta nuestra mente,
porque estamos llenos de secretos, de maravillas, de magia,
de tanto sentido que llega a ser agobiante.
En la tierra somos fugazmente grandiosos,
porque entre más horas pasan las cosas envejecen,
porque nuestra magia puede empezar en unas horas para después extinguirse en
minutos,
porque la brevedad es parte de nuestra existencia.
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