
“-cidio” es sufijo salvaje.
Hueco de la mente humana
lobotomizada,
Necesito, deseo.
Reiterada copla
que lleva por título
“ausencia de lógica”.
Estupidez informática,
aquí el ejemplo:
Lleve, lleve:
Horqueta y misil.
Convulsiona, ¿lo escucha?
Truena, el cerro.
Evapora, el hielo.
Prepárese,
los incendios son presagios,
su hogar está por arder.
¡No!, soy el lógico aquí.
¡Miren!
¡¿No puedo arrancar mala hierba?!
¿Cuál alerta?
¿Acaso no puedo jugar con el aire?,
pedirle que cambie de color
hasta asfixiarle.
“Derecho mío”, dispongo.
Sublevo,
mientras trituro osamentas:
¡Soy lógico!
Famélicas, holocausto de ratas.
Esas zorras, me sirven a mí.
¿No ve usted?
Nací pirómano,
fusil, apunto el gatillo, disparo.
“Negligente”
es mi segundo nombre.
Anestesiado,
la crueldad se me da más fácil.
Me entrené
para vitorear a ese “-cidio”.
Geno-, Eco-, ¡se completan!
Tengo arranques facéticos,
me atrevo a hacer
lo que otros se privan,
cobardes.
Ejerzo mi naturaleza:
“Prefrontal” es mi tercer nombre,
el más evolucionado
entre los “evolucionados”.
Es fácil denigrar insectos,
guiarlos como ganado:
¡Manada cautiva de consumo,
solitos se hacen mansos!
¿Pobrecito yo?
Pobres “los dejados”,
limpiarán mi vertedero, mi exceso,
¡qué divertido fue inflar el mundo!
Tierra, más tierra,
partículas que se erosionan,
dentro del globo que me encanta gris.
Absorbo lo “verde” vómito,
lo fabrico
en baratijas que jamás se degradan.
¿Qué no ven? ¡lo transformé!,
así de fácil le quité lo frágil.
Armatostes de los que me sirvo:
caduca,
¡vida que no rinde!
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