El vuelo

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Mi amigo volaba de esquina en esquina buscando una zona para reposar. Sus alas estaban lastimadas y le impedían llegar tan lejos como él deseaba, pero eso no importaba, yo también estaba dañado. Forjamos los cimientos de la unión y, en tiempos de frío, el calor de nuestra compañía. Corríamos, vivíamos, volábamos, juntos, sin par ni son. Él reflejaba aquellos fuertes vientos que tanto anhelaba y, contrariamente, yo proyectaba los deseos de libertad que siempre soñaba. 

Nos amábamos, rara vez vivíamos del conflicto, pero siempre nos ganaba la angustia de perecer sin el otro. Cada uno era experimentado en su propia área, pero nunca presumíamos de eso; apenas y sabía volar, mientras que yo no podía hablar. Dejábamos las preocupaciones, olvidábamos nuestras carencias en compañía, revivíamos las pocas memorias que quedaban. Entre más tiempo pasaba, más creía que estaba cayendo en la locura. No me importaba saber que la demencia era solo un estado para aquellos que no eran dichosos de tener lo que yo poseía. Cualquier persona es capaz de perder un poco de su raciocinio y existir con tal de tener al lado la lealtad de un buen compañero. 

Pesadez, hambruna e inapetencia eran palabras que perdían sentido; entre las alas y los pensamientos correctos, uno podía alimentarse bien. Una vez que has llegado tan alto en la vida, el propio deseo de seguir escalando hará que el hombre más fuerte se tire por la cornisa para empezar de nuevo; el problema es que ninguno vuelve. Sus alas se fumigaron en madurez. El primer desvarío de nuestra amistad comenzó cuando consiguió equilibrio. La comodidad parecía ser su tortura y mi presencia su verdugo. Derramé la última gota y entendí que debíamos caminar al sol, pero no llegar a quemarnos. 

Abrí la primera ventana y la brisa nos acompañó. Un pequeño murmullo del viento recorrió mis tiempos y me recordó que por ir detrás jamás aprendí a volar. Extendió sus alas y partió, sin mirar atrás, sin recordar nuestra amistad. La intensidad de su cuerpo se impulsó a la par que mis ganas de extrañarlo. Quería seguirlo, pero era muy tarde; había desaparecido. En momentos de luto, cantar servía, pero en tiempos de agonía, el silencio siempre concedía su última sentencia. 

Quería que tuvieras la fuerza para volar, pero poca voluntad para que te marcharas de aquí. Deseo, libertad, miedo a la verdad, en tiempos de cariño, cualquier recuerdo servirá de consuelo.

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