En la Historia de las historias, dancemos la canción del Haber

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En la Historia de las historias debe de haber una historia donde se plasme la Historia de los eternos. Los sempiternos saben lo que saben por lo que son y no porque se hayan dedicado a ello. ¿Cómo y de qué forma se narraría el hecho de que todo lo que es y todo lo que existe lo poseen ellos así sin más? ¿Acaso no lo más claro es lo inmodificable en el hecho mismo de permanecer? ¿Qué hacen aquellos en la eternidad? 

                Y ante aquellos, estamos nosotros. Perecederos, cambiantes, diurnos, molestos, saltimbanquis, dudosos y nada cautelosos. En la Historia de las historias contamos una sola Historia, que es cambiante, petulante y destructiva. ¿Qué somos sino chispas danzando sobre pólvora? Sabemos lo que creemos saber porque hemos dedicado toda una vida a prepararnos para ser y hacer, así como en edificar y cautivar. ¡Miren! ¡Los eternos danzan la canción del Haber! ¿Qué hacemos nosotros ante el instante? ¡Existimos!

               En la tierra, aquí, en lo que toco, siento, huelo, saboreo y escucho, estoy yo. Hoy dibujo, mañana nado, al rato enseño, ayer canté, próximamente bailo, pero nunca de los jamases busco detenerme. Ante el parpadeo, una vida se va y otra acontece; una gota de sudor parece una lagrima del alma; un abrazo puede sujetar con pasión o apretar con dolo. ¿Qué hacer ante lo majestuoso del cambio incesante en que nada es más verdadero que la permutación de cuerpos, almas y rimas?

               ¿Qué hago entre lo fugazmente inesperado que siempre y constantemente está dejando de ser? Tú que lees, me mantienes en la existencia mientras repasas esto, tú eres quien da vida a cada carácter que deja de ser. ¡No me dejes ir! ¡Déjame asirme a tu alma y a lo inconexo de tu discurrir nocturno! Si te vas, llévame contigo. No sigas leyendo, si sigues, me voy, pero también soy. ¡Ay, ay, y más ay! ¡La penuria de los ayaces! Harás una pausa… ¡Dejé de existir!

               En la tierra, en el aquí y en el ahora. Diré que no soy más que fugaz, no lo puedo todo a comparación de los eternos; yo soy todo lo que podré ser en un tiempo-espacio limitado; y en la libertad del decidir, me queda más que aceptar que soy y seré todos mis actos que en los suspiros se van. Todo sea por danzar fugaz y grandiosamente en la Historia de las historias la canción del Haber.

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