Fase No.125

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Apreciable María Azucena:

Es nuestro deber informarle que su CURP es una de

las dos claves mexicanas requeridas para efectuar la

Fase No.125 del proyecto mundial Poblar la Luna (PL).

                      Tenga por seguro que si esta edición resulta

exitosa su nombre pasará a la historia dentro del grupo

que le dará a la humanidad una nueva oportunidad.

                      Es para nosotros un placer hacer de su

conocimiento que en esta ocasión hemos logrado pactar

importantes acuerdos con el Ejército Humanista por el

Respeto de la Vida en la Tierra (EHRT) quienes apoyan

la Fase No.125.

                      Adjunto encontrará instrucciones y la calendarización

de fechas en las que deberá presentarse.

                                                                                                 Reciba un cordial saludo,

                                                                                           El Gobierno de la República.

Era triste ver en qué se había convertido el EHRT. La rabia se sentía lejana, ese fervor colectivo al ver que tras el fracaso de cada fase se seguían haciendo misiones. El EHRT había nacido como una organización del sur global en contra del PL. En sus inicios daba protección a las personas seleccionadas que prácticamente estaban destinadas a morir en la Luna. Ningún grupo había sobrevivido más de un año. Después, el EHRT se convirtió en el blanco del Gobierno Federal. Tras muchos intentos por disolverlo y disputas internas en el Ejército Humanitario, el Gobierno había logrado cooptar lo que quedaba de él.

Nada, no sentía nada. Confiaba en que al día siguiente se manifestara alguna emoción. Ese día, la asignación solo era la llegada de algo que sabía que pasaría. Lo sabía desde que Zenaida desapareció. Mi compañera había recibido el mismo correo dos años atrás, fue requerida para la Fase No.124. Lo primero que dijo fue sentirse en una de esas novelas de Los juegos del hambre. Intentamos huir, escondernos, incluso crear otro frente. Todo fue rápido y desesperado. Un día, Zenaida desapareció. Encontramos su cuerpo una semana después en la carretera a Cuernavaca. Ningún seleccionado había logrado escapar después de la transformación del EHRT. Sabía que regresarían por mí.  

Antes de que comenzaran a instigar con llamadas y mensajes para mi registro, debía ocuparme de lo más importante. Saldría de noche. En el pasado, Zenaida y yo pactamos con los niños del paradero del trolebús. Ahora estaba en mis manos concluirlo. Se las entregaría completa, así sin más, apenas negruzca. Incluso era el momento de ponerme cursi, decirles que guardaba los secretos de la humanidad, que ahí podrían escuchar nuestras voces como escuchaba yo la de Zenaida. O simplemente les enseñaría cómo reusarla una y otra vez. Les enseñaría a ellos: los herederos de nuestra cubeta de agua.

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