La silenciosa belleza de las cosas

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Entre el cielo y la tierra se abre un umbral en el que lo material y lo inmaterial que nos rodean adquieren significados y matices inesperados. 

Tienes en tus manos historias de brujas y cuentos de hadas que te enseñaron a danzar en el museo de la memoria, ahí donde te coronaste con laureles de victoria o tiraste la espada tras la derrota. Remembranzas que no serían posibles sin los objetos del supermercado ni las tiliches que la abuela guarda, con nostalgia, bajo llave en el armario.

No lo sueñas en tu filosofía y tu ciencia no logra nombrarlo. Es la alegoría de la alegría y la tristeza de las cosas que encierran en sí mismas, memorias y aventuras. Han acompañado tus momentos de dicha y dolores en esta tierra donde somos fugazmente grandiosos. Las has dejado olvidadas en un cajón para luego reencontrarte con ellas mientras buscabas un calcetín juguetón que pretendía escapar de su par. Te trasladan a un pasado dorado teñido de lágrimas, risas, instantes quebrados por el canto del pájaro cu-cú al romperse el hechizo de la medianoche.

La añoranza que despierta al pasado en una evocación de caricias que se deshacen al abrir y cerrar de ojos. Objetos y cosas que con un toque te transportan mágicamente a tu primer beso, a la muerte de tu padre, a cuando nació tu primer hijo…

Si el tiempo se puede comprar, quizá sólo se consigue mediante el arte de coleccionar. 

Guardamos instantes y horizontes afectivos en cajitas y vitrinas. 

Colocamos en el mismo piso semántico a la articulación de las narrativas diarias y a los objetos cotidianos. Es una simbiosis que posee la llave que abre los jardines de la memoria, ahí donde los objetos y las emociones juegan a traspasar las barreras de la metafísica para volverse uno solo. Porque las cosas que preservamos en el baúl de las emociones nos cuentan quiénes somos, dónde estamos y hacia dónde nos dirigimos.

Te invito: crucemos infiernos y cielos en este cosmos de recuerdos, venciendo los desafíos que gritan por ser seducidos con los dramas de la vida. Empaquetemos y desempaquetemos brillantes envolturas, embalajes y envases que se reciclen en la esperanza de las nuevas oportunidades. La vida, con su finitud nos está esperando…

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