
No es que nunca haya mirado al interior de su boca… es sólo que, hasta donde mi memoria alcanza, nunca tuvo esas criaturas circulando sus molares enraizados a la lengua. Abre un poco más, un poquito más. Escupe. Esos hilos de sangre parecen pedazos de raíces mal cortadas. Escupe una vez más. Iba formándose una palabra sanguinolenta y pestilente. Olía a gusano destripado, a madera podrida. A cielo a punto de llover. Si algo ha llegado a darme asco es el sonido de sus muelas pegar contra mis uñas. Fueron mis dedos los que buscaron un camino para adentrarse en ese abismo garganta. Desgarraron células, tejidos, caries. Improvisaron dirigirse hacia la oscuridad absurda de estar dentro de otro cuerpo e ir más allá, y más allá, y más allá. Y detenerse, corazón.
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