Polihuini

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En mis memorias se van creando las imágenes nebulosas. No son imágenes de un ser mitológico, tampoco de un intelectual arrogante y lacónico, mucho menos la banalización arbitraria de un artista que es más producto que persona y poco tiene que ver con lo humano.

Fue como una epifanía, auspiciada por la luna y una nostalgia profunda. Mi abuela le dijo a mi madre, en una aparición inesperada después de muerta, que no estaba sola, que tiene familia y mucha, muerta, pero la tiene.

Esas personas, mis fugaces ancestros, que fueron fugaces hasta para los vivos, son edificantes tótems de carácter, ejemplos de lo que se hace, o no, en la vida.

Y como no todo es fácil y hay más sufrimiento que alegrías relacionadas a eso de la existencia, decidí que lo son. Ya saben, grandiosos.

Y entonces está en mi mente esta espiral compleja de personalidades, que se compone de una bordadora de estrellas de espectacular destreza, un artesano de escobas que usa ramitas para limpiar el polvo que se va elevando al andar, el diplomático de puños dorados que va equilibrando las desavenencias y el balanzón audaz de inteligencia errática para mantener entretenida la vida.

Esa es mi familia.

Y lo único que puedo hacer yo, es unir una palabra después de la otra, para que la grandiosidad fugaz de su existencia dure un poco, solo un poco más en la Tierra.

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