Recibos

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En una caja guardo un cuaderno que engrosé con el paso de mis años de juventud. Cada que iba a una función de cine o de teatro, cada que tenía una salida con mis amigas o alguna cita, me quedaba un boleto o ticket de recuerdo y éste iba directo a mi cuaderno. 

En su momento quizá era basura que debía desechar, pero ahora es algo que atesoro, una cápsula de tiempo.

Poco a poco se llenaba una página, luego otra, y para cuando llegué a la última hoja yo ya no era la misma persona que había iniciado ese proyecto. Así que decidí que era suficiente. La continuidad no era una opción, casi nunca lo es.

Antes me obsesionaba tener evidencias y registros de todo. ¿Para qué? ¿Por qué? Supongo que aún si escribiera un libro que detallara cada acción, pensamiento, sentimiento, idea e impresión que he vivido, de todas formas, sería mal interpretada.

Nadie ve y nadie escucha a los demás, no nos comprendemos realmente. 

Los que llegaron antes quieren tomar la palabra para intentar dejar su huella. 

Y los que lleguen después tampoco prestarán atención para escuchar historias de las que no sean protagonistas.

Así que, ahora, cuando uno de esos papelitos llega a mis manos, sé que no significa nada y sólo es otra de las tantas cosas que se rompen en esta vida.

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