
Observo cuatro historias:
una pareja en la monotonía;
una solitaria en una cafetería y
una lectora en una librería portátil:
soledades urbanas en las pinturas
de Edward Hopper y el hastío de
una nación en las letras de Foster
Wallace y Mark Twain.
En la mirada fotográfica de
Yampolsky hay una marginalidad
sobreviviente, pero acompañada.
Y aun así prefiero la Tierra:
con su polvo disperso en medio de
un tornado, con el nacimiento de
una naturaleza, siendo yo la semilla
que se alimenta de una lluvia de
silencio, de pensamiento puro y de
un coliseo a medio construir;
de personas limpiando las orillas de
esquinas enlodadas y plantando frutas
para la vida;
de niños ensuciando sus pantuflas y
animales rescatando la hermosura de
los insectos.
Sin existencia de gobiernos ni de
adquisiciones económicas:
solo bienes en las manos correctas
y servicios en una memoria limpia.
Con agua como complemento y mi
compañía como poemínimo de un
semáforo de cosecha.
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