Kintsugi

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Eleon era un voluntario en el refugio de animales cercano a la propiedad de su madre. Realizaba aquel trabajo desde que era un adolescente, y siendo mayor parecía una práctica reconfortante que no podía abandonar, incluso cuando solo visitaba su hogar en vacaciones.

En su experiencia, la gente adoptaba una mascota solo para sentirse bien consigo misma. No era algo que considerase que estuviera mal, era una cosa amable y decente para realizar, todos salían felices, emocionados y dándose palmaditas metafóricas en la espalda a sí mismos.

Una mujer joven había llegado hacía un rato y  preguntó sobre los perritos disponibles para adopción. Su compañera de turno, Ágata, se había encargado de acompañarla, por lo que no tenía idea de cómo reaccionar ante ella. Ahora que la tenía enfrente, parecía cansada y estresada.

Ágata lucía tan incómoda como él, pues la joven estaba llorando de modo horrible y silencioso. En sus brazos cargaba un pequeño y desnutrido cachorro de una camada de ocho que encontraron a un costado de la carretera y que una persona llevó al refugio, intentando ayudar un poco.

Se limpiaba el rostro como si fuera una niña herida y era realmente doloroso mirarla.

—¿Te encuentras bien?

La joven movió la cabeza de manera afirmativa y trató de sonreír. Eleon sintió que algo se apretaba en su pecho. Qué cosa tan rota y adorable era esa expresión, las lágrimas seguían bajando y el pequeño cachorro se apoyaba en su pecho, parecía que podía entenderla.

—Lo lamento, es que solo puedo ayudar a uno y me siento mal por dejar que sus hermanitos se queden aquí —sollozó con dolor.

—Oh, cariño, no te sientas mal, te prometo que encontrarán un hogar…

Ágata era muy buena para consolar a la gente, por eso Eleon, que no era tan amable, se encargaba del papeleo.

¿Te imaginas decirle al amor de tu vida que te enamoraste de ella porque parecía estar rota?  

Nadie con una relación va por ahí diciendo que le gustó una persona por el dolor que la compasión desbordada le provocaba. Nadie dice que se enamoró de alguien frágil y astillado. No le dices a nadie que estaba en el suelo, que fue la imagen más humana y bella que habías visto nunca en una persona, y que por eso te habías fijado en ella.

Aun así, Eleon le diría un día a esa joven que todas las personas, casi todo el tiempo, están rotas, y que amar eso es más fácil y honesto que adorar bustos dorados impolutos y perfectos que están vacíos por dentro. 

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