Lazarus (11:38-44)

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Desde el egoísmo hasta el martirio, intento alcanzar las metas aunque sea de manera clandestina u oblicua.
No fuimos lejos, pero estamos cansados.
La pobreza cansa, mantenerse con vida también.
Acostado en la inmundicia, me pregunto: ¿cuál es el propósito de correr en círculos?
¿A quién le importa nuestra existencia?
¿Cuántas oraciones son necesarias para que dios volteé a verte y te conceda su gracia?, ¿qué tan lejos estoy del nirvana, de resucitar, de mi segunda oportunidad?
¿Por qué siento esta jodida soledad, estas ganas de dejarme ir, si estoy rodeada de muchos?
He pensado mil y una maneras de existir, de ser. Vivo muertes sin fin, cada vez son más pequeños y frecuentes esos duelos.

Mi mente pierde su claridad con más frecuencia, las paredes me atrapan y soy incapaz de  soltar el pasado, de dejar a los muertos morir de verdad, de proseguir. Sigo atrapada en ese disparo que acabó con mi hermano, en esos pensamientos suicidas de mi madre, en ese sufrimiento constante por alcanzar la notoriedad.  

¿Por qué dejo que el trauma me persiga? ¿Cuántos cócteles de fármacos necesito para poder dormir? ¿Por qué siento que estoy en peligro?
¿Cuántos puentes tengo que saltar, de cuántas sogas tiene que pender mi cuello, contra cuántas piedras de un acantilado tiene que impactar mi cuerpo antes del descanso?  ¿Cuántos opioides necesito como ancla para no abandonar mi corporeidad?

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