No se pierde, solo se transforma

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Éramos dos morritos de prepa que creían en el amor. Creíamos tanto que muchas veces pusimos ese amor al centro de nuestra vida, como si nada más existiera. Como si el mundo desapareciera cuando nos abrazábamos. Nos recuerdo en Coyoacán, mi cabeza en el hueco que se hacía entre tu cuello y tu hombro, tú cantándome bajito Us against the world de Coldplay. Y se sentía así, como si fuéramos tú y yo contra el mundo. 

La vida pasó. Crecimos y nuestros caminos se separaron. Recuerdo que cuando decidimos que era hora de partir, cuatro años después de elegir compartir vida, acordamos vernos en persona, hablarnos, escucharnos y abrazarnos. Me enseñaste que despedirse con amor y ternura era posible. Se lo mostramos al mundo: el amor seguía ahí. 

Con la despedida vino el silencio y la distancia. Tuve que aprender a caminar a mi ritmo todos los caminos que ya no serían recorridos de tu mano. Después, decidimos seguir construyendo, poco a poco y desde un camino diferente llamado amistad. 

El amor sigue ahí. Lo veo en los ojitos del perro que teníamos juntos y que sigue conmigo. Lo veo cuando me dices «eres la persona que más me conoce». Lo siento diez años después de la primera vez que me tomaste de la mano. Lo sé cuando hablamos de las personas que queremos, de nuevas parejas. 

Sé que el amor existe cuando te escribo de madrugada porque estoy triste y al otro día y al otro, y al siguiente de ese, me sigues preguntando cómo estoy. Lo sé cuando podemos hablar de estos diez años, cuando podemos reír de nuestras anécdotas de adolescentes. Lo veo en las fotos que me tomaste en Parque Hundido. Dijiste que querías que me sintiera bonita porque hace poco una persona me había roto el corazón. 

Hace unos días, una amiga tuiteó “que no les mientan, los ex’s pueden seguir en nuestras vidas, porque el amor sobrepasa los mandatos sociales”. Y sí. Va más allá de todas las personas que nos cuestionan cómo podemos seguir siendo amigos si fuimos pareja por tantos años. Más allá de todas las personas que creen que somos cercanos porque seguimos interesados románticamente en el otro. Va más allá.  

Escribo esto mientras escucho a Drexler: supe que de algún lejano rincón de otra galaxia el amor que me darías, transformado volvería. No es el mismo amor con el que iniciamos, es un amor (re)construido, transformado, alimentado y elegido por diez años. 

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