Reconstruir(me)

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Dejé de reconocerme en mi propio reflejo. Desconocí mi existencia, como si de pronto una extraña ocupara mi cuerpo y se hiciera pasar por mí, con su aspecto fantasmal y su cabello enredado. Sin prevenir el cambio, el mundo que conocía se cayó a pedazos. Tuve la dolorosa certeza, pocos meses después del impacto inicial, de que la vida me había cambiado para siempre. Fue un despertar violento a una realidad desconocida, a un laberinto intrincado, a la orilla de un risco que me invitaba a saltar. Las cosas cambiaron para siempre, como el jarrón roto que jamás vuelve a su forma original, aunque se recojan todos los pedazos e intenten pegarse torpemente. Me sentí como ese jarrón. Pedazos irregulares esparcidos por el piso, con el polvo cubriéndome a causa del tiempo pasándome encima, sin que yo pudiera hacer nada para levantarme. Taylor Swift, en los versos de su honesta y poderosa All too well, lo resume mejor que yo: “Time won’t fly, it’s like I’m paralyzed by it / I’d like to be my old self again […] I’m a crumpled up piece of paper lying here”. 

En un momento que recuerdo demasiado bien, me hice plenamente consciente de mi existencia. Un hito, le dije a mi psicóloga. Fue un hito en mi vida. El cambio inesperado que lo transformó todo. Un nuevo respiro fuera del agua. 

El corazón se me rompió en pedazos. El amor llegó a mi puerta sin percatarme. Un sentimiento extranjero que no me pidió permiso para entrar. Quise pedirle que se quedara, pero se fue casi tan pronto como lo descubrí agazapado en un rincón de mi interior. No duró demasiado, pero la incertidumbre venidera luego de ese capítulo se abrió ante mí con toda su violenta y confusa inmensidad. 

Los días transcurrieron. El tiempo pareció congelarse y yo creí, como una verdad incuestionable, que moriría. El dolor fue tan grande e intenso que todo se nubló a mi alrededor. Las certezas se rompieron en pedazos y la pérdida ocupó toda la habitación. 

Sigo viva. Mi corazón latió todos los días, incluso en aquellos donde me sentí completamente desolada. Mi cuerpo, con su sabia experiencia, me exigió levantarme de la cama y buscar sobrevivir. Eventualmente dejé de ser la extraña que me asustaba y me reconcilié con ese vasto dolor que me perforó el interior. Conocí a una nueva yo que va transformándose en multitudes. 

En resumidas cuentas, mi metamorfosis personal me otorgó esperanza. 

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