Sobre tazas y piñatas

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De la pandemia se pueden escribir muchas cosas. La pandemia nos mostró que algunas cosas no son tan duraderas y firmes como creíamos, por ejemplo, la seguridad de la normalidad, la confianza de tener a nuestros amigos y familiares siempre cerca. Esto mismo fue lo que nos permitió cuestionar realidades que dábamos por sentadas. Fue como romper el cascarón, una experiencia nueva y, posiblemente, traumática para muchos, entre los que me incluyo.

Es curioso, pero, a pesar de ser un evento global, podría decirse que cada uno de nosotros vivió una pandemia diferente, pues nos encontrábamos en momentos diferentes de nuestra vida. Así, mientras que a muchos les arruinó planes por completo, para otros no supuso un gran cambio. Son las cosas de la vida, cada quien habla de cómo le fue en la feria. Pero volvamos al tema de las cosas que se rompen.

Lo primero que quiero pensar es: ¿el rompimiento de algo es su fin? Depende. Lo cierto es que un rompimiento es un cambio. Es el cambio de algo que tenía una función a otra función. Dos ejemplos que se me ocurren: las piñatas y las tazas. Las primeras son de las pocas cosas que están hechas para romperse, ese es su fin, y eso es lo que esperamos de ellas. Las tazas no, las tazas cuando se rompen pierden su utilidad. En ambos casos se rompieron, sufrieron un cambio, causado por un evento externo. Pero ¿nosotros? Pues lo cierto es que nadie se baña en el mismo río dos veces, y los que entramos a la pandemia no somos los mismos que salimos de ella. La pandemia nos mostró la importancia de la resiliencia, que si bien hay muchos matices sobre la misma (recomiendo ampliamente el artículo de Brian H. Walker) estoy bastante seguro de que se hablará sobre ella por un largo tiempo.

El futuro es, por definición, incierto, lo cual puede darnos esperanza o miedo, dependiendo de cómo lo veamos. Creo que a través de rompernos y romper una cotidianidad (muchas veces absorbente) podríamos aprender a hacer un kintsugi colectivo (el arte japonés de reparar con oro) y volvernos, como sociedad, nuestros propios artistas, nuestros propios reparadores y nuestros propios admiradores.

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