¿Te quedarás ahí?

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Debido a la gran cantidad de nubes grises, apenas se percibía el sol; en cualquier momento comenzaría a llover. 

Itzé se encontraba sentado en el columpio de su jardín, tenía sus rodillas abrazadas, la mirada dirigida al pasto y sus mejillas mojadas por las lágrimas.

Sintió cómo alguien se dirigía hacia él, pero hasta que tuvo a la persona sentada a su lado se percató de que era su abuelo. Volteó la cabeza con suavidad y lo miró por unos segundos, esperando a que le dijera algo. 

Su abuelo le sonrió y le ofreció pepitas de calabaza.  

Itzé negó con la cabeza y volvió a su posición inicial. 

Después de un rato se limpió las lágrimas con la manga de su sudadera. Miró para arriba, comenzaban a caer las primeras gotas de lluvia.  

—Toma —el abuelo le entregó un libro. 

Sin ánimos, Itzé volteó, vio el libro y lo tomó. 

—¿Te gustó? —preguntó Itzé sin despegar los ojos del libro. 

—Ni siquiera lo terminé. 

—Es mi libro favorito. 

—Lo intenté, pero no me gustaba, simplemente este libro no es para mí. Después de unos capítulos acepté que la mejor decisión era dejarlo, avanzar y mover mi atención a otra cosa —el abuelo comió un par de pepitas más—. ¿Tú te quedarás ahí? 

Itzé volteó a ver a su abuelo con una sonrisa.

Entraron antes de quedar completamente empapados por la lluvia.

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