
Molesta, la madre entra a la habitación de su hijo pequeño.
—¡Deja esos colores y ponte a estudiar!
El niño crece cumpliendo las expectativas de su madre. Termina la primaria y la secundaria con excelencia académica.
Al ingresar a la preparatoria, el adolescente intenta convencerla de que le permita inscribirse al taller de dibujo.
—¡No pierdas el tiempo en eso y mejor has cosas de provecho!
El hijo sigue cumpliendo las exigencias y se gradúa de la universidad con el mejor promedio.
Los años pasan, pero, contrario a lo que se esperaba, el hijo junta una amplia colección de renuncias. A pesar de ser el mejor en su trabajo, simplemente no lo disfruta.
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