Voces muertas

pexels-neosiam-682422-scaled-thegem-blog-default

Leem salió corriendo de casa; se le hacía tarde para llegar a la facultad. Iba con el suéter a medio vestir y con la rebanada de pan aún entre los dientes. El despertador no había sonado y la cafetera no emitió su bip-bip cuando el café programado estuvo listo.

Lo que al principio parecía ser un conjunto de casualidades infortunadas tomó forma cuando, durante su trayecto, Leem se percató de que la ciudad había enmudecido. Los autos funcionaban con motores mudos y bocinas silenciosas; los altoparlantes del subterráneo no anunciaban con voz robótica el nombre de la estación próxima; la música no llegaba a través de los audífonos; y nadie salía a recibir sus visitas cuando éstas tocaban el timbre.

La ciudad se quedó muda. Solo sobrevivieron las voces naturales, las que siempre han estado y no son una invención. Pero lo insólito no acabó ahí: con el silencio vinieron las voces muertas y con éstas una felicidad uniforme sobre los corazones citadinos. 

Hay quienes piensan que las voces muertas siempre estuvieron ahí, ahogadas por las emisiones magnéticas de la tecnología.

 

II

—Si los proyectos modernizantes no hubieran desplazado a tantas especies las voces que escuchamos serían más variadas —sentenció Leem mientras se abanicaba. El tiempo había pasado y el silencio urbano ya no era una novedad.

—Y si los antepasados no hubieran enterrado al lago, su replicar acuático no sonaría tan espectral —agregó Pam, su amiga—. Llámame exagerada, pero me asusté mucho la primera vez que escuché el agua corriendo bajo mis pies.

Compartían un banquete frutal que Leem preparó con la intención de atraer a las abejas y así escuchar sus voces.

—Yo me asusté más cuando escuché la voz muerta de mi abuela. Su grito me llenó de terror. Tres años alejadas y lo primero que se le ocurrió fue regañarme por morderme las uñas.

—Pero luego el miedo se fue y te alegraste.

—Claro, porque hablar con los muertos es algo hermoso.

Pam meditó un momento. Luego agregó:

—La ciudad está más feliz desde que se quedó muda y se pudieron escuchar las voces muertas, ¿no crees?

—Sí, lo creo. Ahora las personas reciben la visita espectral de aquellas compañías que amaron, todo gracias al silencio.  

Pam se secó con la manga las inadvertidas lágrimas que comenzaron a rodar por sus mejillas. Grácilmente se fue dibujando una sonrisa en su rostro y explicó a Leem el motivo de su repentino cambio:

—Ayer escuché el ladrido de mi perrita justo al lado de mi cama. Tardó mucho, pero al fin encontró el camino a casa. 

28
X