Antes de llegar a ti

pexels-antonina-margolina-11818041-scaled-thegem-blog-default

Anduviste, eso fue lo bueno, porque si no hubieras andado jamás habrías llegado al otro lado de la carretera. Tal vez, en tu andar, tropezaste con uno o dos extraños, te ataste las agujetas, miraste al suelo, chocaste en la mirada de otros, te perdiste o te encontraste en algún espejo, tenías el cabello un poco desaliñado, te arreglaste lo poco que pudiste con las manos, seguiste el camino para posarte frente a esa puerta. Cuando llegaste a ese lugar, donde escuchaste a alguien toser, pedir un libro, ¿o era un café?, sentiste que te habías equivocado de sitio, estuviste en soledad por haber llegado demasiado temprano, faltaban quince minutos para el encuentro, pero sentías que faltaba aún más para que alguien llegara. El tiempo te pasó sus latidos, tentaste el teléfono, lo tomaste con seguridad, pero jamás lo viste, no querías averiguar la hora. Escuchaste una voz, volteaste, no era nadie, después un acento gracioso, otras voces se peleaban por tu atención, pero no conseguían si quiera que voltearas de nuevo. Recuerdas, con unos pequeños sorbos de tu bebida, tu andar hasta ahí, las pequeñas manos que tocaste, los labios gruesos que habías besado antes de esta tarde, lo cómodo que era su pecho al despertar aquella mañana de invierno. Levantas la mano para pedir otra cosa, para esperar con más comodidad. No hay meseros. Parpadeas una y otra vez tu soledad e intentas con vergüenza bajar la mano, porque no hay nadie, se fue el sol hace rato. Te levantas, pagas, te toca llorar sobre las almohadas, tal vez, o simplemente leer un rato, dormir, pero antes de todo, te toca irte, ver el camino de concreto que añora ser caminado. Tienes la maña de escribir en el aire con letra cursiva lo primero que venga a tu mente. Pero ahí te ves, regresando por tus mismas pisadas. Viendo al otro lado de la calle, de la carretera, un punto, después, solo porque entrecierras los ojos, alguien camina hacia ti. Se acercan. Se recuerdan de otros momentos. Se sonríen ¿Dónde estabas? Te preguntas si llegó muy tarde o demasiado a tiempo. Te acuerdas de cuando te abrazaste entre tus sábanas y tu colchón, preguntándote si alguien te querría. Y a pesar de que aún no sabes la respuesta, los ojos que se acercaron destrozaron la duda, después de haber pasado aquel camino de cebras, ya nada era necesario. 

17

Dejar un comentario

X