Cinco minutos antes

taxi-gd7ea89c07_1280-thegem-blog-default

Perdí el camión. “Tengo que llegar temprano”, pensé. Un taxi se estacionó enfrente de mí.

—Buenos días, joven ¿lo acerco a algún lugar? —tardé en responder —. Me puede pagar con lo que sea su voluntad.

—¿Está seguro? Solo tengo los diez del camión.

—Con eso es suficiente, entre. —El taxista abrió la puerta.

Me tallé los ojos. Creí estar en medio de algún sueño. Subí. 

—¿A dónde quiere que lo lleve? —El hombre sonreía, su cabello y barba eran plateados. Sus ojos castaños, pero en la luz cambiaban a negro. Las arrugas se hicieron visibles en su frente, sienes y manos.

—Necesito llegar a mi trabajo, queda por la Calzada.

—¿De cuánto tiempo disponemos?

—Quince minutos.

—Llegaremos cinco minutos antes.

—¡Imposible! Por lo regular tardo una hora en el traslado, ¿cómo piensa llegar en diez minutos?

—Confíe en mí. —El hombre condujo, parecía ir lento o eso pensé.

Sobre una avenida, un autobús estaba destrozado de la parte delantera y algunas personas socorrían a otras. Al observar bien, me di cuenta de que ese era el camión que no alcancé a tomar. Sentí que mi cabeza daba vueltas.

—¿Está bien? 

—Sí.

—¿Seguro? Puedo detenerme para que agarre aire.

—Estoy bien, es que… si hubiera salido cinco minutos antes —hice una pausa— ahorita estaría junto con esas personas. 

—Tal vez haya salido ileso del accidente.

Miré el autobús. Un tráiler estaba del otro lado, olía a gasolina y unas llamaradas sobresalieron. Las personas corrían. Luego una gran luz amarilla cubrió los vehículos. Un hombre con fuego en su ropa, corría de un lado a otro con los brazos hacia arriba. Toqué la manija de la puerta y la iba a abrir, cuando una mano en mi hombro me detuvo.

—¿A dónde va, joven? Su viaje no ha terminado.

—¿Cómo? ¿No vio la explosión? —El hombre se carcajeó. Sus ojos se volvieron castaños, las arrugas se desvanecieron, su cabello y barba oscurecieron. Me señaló la ventana.

Las llamas de la explosión se fueron. El tráiler volvía a su estado antes del incendio. Un camión de bomberos llegó y auxilió a la gente. 

—¿Cómo ha sucedido eso? Usted lo hizo, ¿verdad? —Asintió. 

—Sé que tienes problemas con tus horarios —miré las casas y edificios. Enfrente estaban las oficinas de mi trabajo.

—Aquí puede parar —le di la moneda de diez pesos y bajé del carro—. ¡Muchas gracias!

—¡Gracias a ti, que tenga un buen día, joven! —Asentí y alcé una mano como despedida. Vi mi reloj. Eran las seis con cincuenta y cinco minutos. Volteé hacia donde se fue, pero el taxi había desaparecido. 

34

Dejar un comentario

X