El espejo que mira

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¿Quién es aquel que me contempla del otro lado del espejo? ¿Quién es el que mira, soy yo, es él o somos nosotros?  

Te ves jodido, me dice aquella chica por la que me desmorono de ansiedad, después de no vernos por un año. Nuestros encuentros se vuelven volátiles, conflictos, discusiones, en ocasiones son tres días, una semana, una media de tres meses, pero… por primera vez, ha sido un año sin vernos. ¡Que complicadas son las relaciones humanas!, exclamo para mí mismo. Me ha herido con aquel comentario, no queda más que disimular. Captura mi imagen en ese instante y me la muestra.

En su conversación ha mencionado aquella mirada de bobo con la que la contemplo, aquel signo efervescente de amor en otro. Quiere que no me aleje más… la despedida me deja un sabor amargo.

Llego a casa perdido de mí mismo. Lo primero que recuerdo es cómo ensanchamos el abismo que nos separa, me pidió que le dejase ser feliz. Pienso en el mal aspecto que tengo y prefiero no verme al espejo. Es complicado, el ángulo inesperado de un cristal en la ventana puede mostrarme mi rostro, la puerta tiene uno, en la cocina los objetos de metal adecuados, ya sea una cuchara, un plato, el refrigerador que por algún motivo tiene espejo, el microondas, la tostadora…. disimulo, esto no está pasando. 

Bajo a refrescarme al baño, apago las luces; en la puerta hay un espejo, uno verdadero. Con su 1.90 de altura por sus 70 cm de ancho. Tropiezo, no soy precisamente un gato. Conozco el camino, lo he recorrido incontables veces, no dimensiono las distancias, soy algo torpe y sin esperarlo doy con el lavabo, dejo correr el agua, puedo sentir su flujo en mis manos. Palpo mi rostro con las palmas empapadas, imaginando la forma de mis pómulos, mi nariz, reconozco el color de mis ojos sin verlos, mi cabello enmarañado dificulta el recorrido hasta mi frente. 

Escucho como si un corazón quisiera salirse de una caja de madera, es un doble movimiento,  un cluc cluc, como si fuese un tu-cum… el sonido se hace más fuerte, viene del otro lado de la puerta. No está cerrada, la mantengo abierta para poder salir. Estoy seguro de que viene de atrás pero solo se encuentra la pared… tiene que ser el espejo. 

Un destello me ciega momentáneamente, viene del otro lado del cristal pulido que pasa a ser transparente, pierde su facultad reflectiva. Me descubro invertido; mi izquierda es su derecha. Ha encendido la luz, clava su mirada en mis pupilas; yo soy el reflejo de rostro empapado al otro lado del espejo que mira.

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