Grietas

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Lágrimas, sueños destrozados y un corazón roto. Todo termina así. Yo termino así.

Suspiro, resignada, para dar la bienvenida a cada caída y decepción, así sería siempre. Sin abrir los ojos, mis pies seguían su curso y en un instante la frialdad del suelo me abrazaba, recibiéndome como una fiel amiga.

En la oscuridad, sentí una mano extenderse para levantarme, agotada tuve la certeza de lo que continuaría.

«¿Qué más da saltar de nuevo al vacío?», susurró una voz en mi cabeza.

Caer fue como mirar cada grieta de mi ser, viejas y nuevas; sentir el dolor de cada golpe, por insignificante que pareciera; recordar la humillación de los insultos, sutiles y estruendosos. Fracturarme de nuevo, ser derrotada, quedar vacía.

En un impulso levanté la vista.

Un destello me deslumbró y quise bloquear la luz con mis manos. Las siluetas que vi me desconcertaron, se agrupaban a mi alrededor y me preparé para una caída más fuerte; con mi frágil armadura aguardé y en mis ojos cristalinos se reflejaba… ¿Qué?

¿Tristeza? ¿Dolor? ¿Furia? ¿Resignación? ¿Impotencia? O, acaso, ¿se trataba de alguna clase de determinación? ¿Resistencia de mi parte?

«¿Y para qué?», susurró de nuevo esa voz.

Junto a mí continuaban las siluetas recortadas por la luz, que ya no me lastimaba, y éstas habían cambiado de aspecto por uno más conocido, amigable, familiar. ¿En verdad habían estado aquí todo este tiempo?

Agaché la cabeza un tanto avergonzada, atormentada, y grité. Sentí un gran dolor, como estallar y partirme en pedazos, y un torrente de luz…. ¿me envolvía? ¿Brotaba de mi interior?

Centré mi atención en el suelo y vi fragmentos, piezas delicadas, afiladas y preciosas que por un momento tuve el impulso de recoger. Sin embargo, solo las contemplé, con algo de añoranza, cariño y perdón. Perdón y aceptación. Tal vez no llevaría conmigo ninguna de ellas, pero formarían parte de mí para siempre.

Seguramente volveré a caer, a llorar y a fracturarme, pero no igual, no me destrozaría de nuevo y no sería mi fin.

Me miré con atención. Las grietas, mis grietas resplandecían. Posiblemente algo se tenía que romper para que algo nuevo emergiera.

«¿Y esto es mejor?», preguntó la voz que apenas reconocí.

Sacudí la cabeza un tanto incrédula mientras una ligera sonrisa se formaba en mi rostro.

Solo tenía la certeza de que aún había mucho por aprender, sueños por crear y más grietas por ganar, pero no terminaría ahí, yo no terminaría así.

Sujeté las manos que se extendían hacía mí y me puse de pie para unirme a la luz.

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