
Sobre conocer la mejor versión de una misma a través de otros:
Una mezcla de temor y entusiasmo se apodera de mí a medida que se reduce la brecha temporal entre este preciso instante y la primera vez que te veré. Nada de agradable tiene esta incertidumbre que precede a la calidez, que me invade y me confirma que yo podría ser tu amiga en múltiples realidades.
Genial. Ahora ya no puedo parar de suspirar…
Y tampoco es que quiera, porque en cuanto me percato de ello, empiezo otra ronda a propósito. Inicio un viaje en el tren del pensamiento, donde visito ideas, impresiones, situaciones ficticias e interpretativas. Siempre y cuando logre maniobrar mi percepción hacia lo afortunados que me resultan los encuentros, puedo esquivar los espejos de agua que me habitan.
Y después, las ganas de bailar. Ellas tan astutas nos dotan de corazones palpitantes y centellas por ojos. Me miras con inseguridad porque se te ha pasado un tiempo: 1,2,3… 5,6,7. Perdimos la conexión de nuestras manos, pero casi de inmediato me guío con la antorcha y procuro recuperar el tiempo. La luz de la antorcha me muestra que en el laberinto de espejos la conexión nunca se pierde, y que, al salir disparada choca, se erosiona y se transforma.
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