Lo ajeno

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Yo, tú, todos, ¿quiénes somos realmente? ¿Qué nos hace ser nosotros y a los otros les hace dejar de ser parte de nosotros? En muchas ocasiones nos comparamos, somos tan duros al dejar de ser lo que éramos cuando ese otro que éramos nos gustaba, pero, ¿realmente dejamos de serlo porque así lo deseamos o porque algún otro nos ha dicho que dejemos de serlo? Justo eso se acentúa en la vejez, en esa etapa en donde todos los síes por parte de la sociedad se vuelven en no, por ejemplo: «no lo hagas, ya estás grande», «eso déjaselo a los jóvenes», «a su edad ya no debería andar haciendo eso». 

 

En fin, qué difícil es encontrar lo que podemos o no podemos ser. Tantos estereotipos nos invaden que terminan por fracturar la identidad, sobre todo cuando una serie de cambios biológicos, físicos, culturales y sociales se encuentran inmersos. Con la vejez puede suceder el proceso de jubilación, el abandono del hogar por parte de los hijos o hijas, la aparición de enfermedades, entre otros cambios que, sin duda, para algunas personas, terminan por impactar en el quién soy y en el quién he dejado de ser, pero, ante todo, en el quién puedo ser

 

Se ha impuesto la idea de que la sexualidad o la tecnología, solo por mencionar algunos ejemplos, no deberían estar presentes en la vejez, pero ¿quién lo ha impuesto? Acaso se le preguntó a la persona adulta mayor qué desea hacer, en lugar de solo pensar a la vejez como un solo individuo y más bien poner atención en la diversidad, en la especificidad, en la persona que tiene derechos y decisión por sí misma, respetando su dignidad.

 

Si por un momento imaginamos cómo sería la vida cotidiana con dicha libre elección de quién ser, a lo mejor veríamos a niños que realmente se vuelven astronautas y personas adultas mayores expertos en informática. Tan solo falta voltear un poco y mirar cómo a través de la pandemia por COVID-19 algunas personas que transitan la vejez comenzaron a utilizar dispositivos electrónicos para hablar por videollamada con sus seres queridos. Eso quiere decir que las barreras, en muchas ocasiones, somos nosotros mismos, la sociedad que mira a la vejez como una etapa de vida no deseada, anulada o invisibilizada, cuando se les ve como los otros, como lo ajeno, lo fragmentado.

 

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