A Berula

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¿Recuerdas que quería ser un escritor?

Muchos me decían que debía
dedicarme a la escritura,
porque toda palabra que llevaba
a mi papel era una exquisitez.

 

Yo era orgullosamente un cauto,
inocente, delgado, funesto,
amante del desencanto.


Fijó en mi mente
el comienzo de las más dulces primaveras.
Tocó a mi puerta, entraron dos relámpagos,

dulce flor de luz, rasgaste la única herida 

donde mi corazón abandonaste.

 

A la Berula, 

que conocí, la traviesa, 

de su boca de fresa,

me inclino yo desde el borde de sus labios 

para atrapar sus reclamos, sus besos, 

sus palabras, sus deseos,

entonces me resbalo, y la sin vergüenza se ríe 

al escuchar que quiero ser escritor.

 

Oí las oraciones que destiló tu ira

una mañana de las más tristes,

escuchabas estos mismos pájaros cantar

que atisbaron cada uno de tus días,

tus lágrimas derramadas 

plantaron un bosque permanente de humedad

y en estos árboles poblados de silencio 

pude ver la ausencia de tus ojos,

estabas muriendo.

 

A la muerte, la envidiosa, di mis huesos, 

mi piel vestí de versos 

y mi estrella blanca entregué,

porque mi corazón la necesitaba,

porque sabías que ya te adoraba,

porque a mis sueños sin querer llegaste,

pero la celosa, por probar que te quería
con un espiral de espinas mi sueño cumplió.

 

Mientras duró el relámpago

fuimos su aroma, somos bajo su luz

el Escritor y la Berula…

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