Al final te encontrará

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Va en aumento cada día, no sé qué hacer, es angustiante cuando llega. La primera vez salí con mi papá, íbamos al centro a caminar, a despejarnos un rato, y de pronto ahí estaba. No sabía dónde se hallaba mi papá, me encontraba sola. No había nadie, pero de algún modo sabía que estaba ahí, no mi papá, sino él, o ella, siempre está ahí. De un día caluroso y lleno de luz no quedaba nada, todo se había vuelto oscuro. No supe qué hacer y me quedé inmóvil, lo sentía recorrerme la piel, deseaba moverme, pero no me lo permitía…

La segunda vez estaba en casa de un amigo, charlábamos sobre cosas triviales de la vida. La noche nos había agarrado platicando, tenía que volver casa, así que me despedí. Él vive cerca, atravesando la avenida, por lo que me aventuré sola, qué podría pasarme. Caminaba apresurada, mis pasos acelerados, el ruido de mi chamarra; hacía un frío espantoso, estaba a punto de atravesar la avenida cuando me percaté del charco en el que estaba, miré a mi alrededor y el pavimento estaba mojado, en algunas partes había  lodo, intenté atravesar con demasiada precaución para no resbalarme. Logré llegar a la esquina de la avenida para doblar a la calle que da a mi casa cuando me recorrió un escalofrío aterrador. Por alguna maldita razón había caído en un charco de lodo cuando él apareció. Estaba tan cerca de mi casa, tal vez a unos metros de distancia cuando me tomó de la garganta, no podía respirar, me asfixiaba, tenía bastante fuerza y no podía desprenderme de él, pataleaba lo más que podía, pero no le hacía absolutamente nada, me sentía completamente débil, como un animal indefenso ante un verdadero monstruo a punto de devorarlo. Quería quitármelo de encima y sin embargo él se burlaba de mí, su risa fría y cruel. ¡DÉJAME EN PAZ! Gritaba por dentro, ya no podía más, ¡déjame!, y él continuaba ahorcándome con frialdad e indiferencia. Rogué despertar y no lo lograba. Todo se encontraba oscuro y estaba tan cerca de llegar a casa.

Cuento esto desde la orilla de mi cama, aferrada a las cobijas, sudando a mares porque se ha quedado en mi garganta; nudos tremendos de miedo, sus manos pegadas a mi cuello, no me sale la voz, estoy aterrada y no quiero volver a dormir porque siempre termina encontrándome.

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