
Me asusta que mi mirada
te vuelva a buscar,
que mi corazón te reconozca.
No comulgo con la causalidad,
tampoco con los accidentes;
mucho menos creo que seas tú
quien está a tan
pocos suspiros de mí.
Retrocede, mi alma retrocede
y se pasea por tu recuerdo,
al igual que lo hacían tus dedos por mi cabello;
brotan de nuevo
las huellas que dejaste al pasar
por el sendero de mi cuerpo.
El paseo se nubla por
el estruendo de tus palabras,
la amargura de tu caminar descalzo
y la tibieza de tu boca.
Soy rehén de los sollozos,
presa de la ira, cómplice de los lamentos
y fiel amante del olvido;
porque presiento que éste
podrá quererme más que tú.
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