
Había una vez un sueño
un sueño de paz y estupor.
No tenía a nadie de dueño
y, solo, así se aburrió.
Y el sueño no tenía sueños
y el sueño solo era existente
sueño, te hacías lúcidamente,
sueño, te hacías menor.
Un sueño que “de amor” nombre tomó.
Y el sueño estaba fosilizado
en la tierra que viajaba en una elipse
alrededor de su dios blanco.
Y el sueño vivió
guerras
flagelo
las penurias de Dios.
Y sobrevivió
como sobrevive el hombre.
¡Cuán sacro eres, sueño de amor!
Que eres como la lanza de Longinos
que era del tuyo, un bramar
que de las ánimas un pesebre,
que, como yo, amó.
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