Somos constantemente imperfectos

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Diariamente la tierra nos brinda fugaz perfección en variadas formas: los primeros rayos de luz por la mañana, un gran arcoiris, la más bella rosa, esa ola del mar ideal para surfear, la nube de peculiar forma, esa refrescante brisa, la calma que brinda leer bajo la sombra de un frondoso árbol, los tonos rojizos del atardecer o el silencio nocturno.

De vez en cuando, nosotros brindamos a la tierra fugaz perfección cuando exhalamos paz, nos sentimos parte de la naturaleza y recordamos que no somos más que uno de sus frutos. 

Constante e inminentemente somos un fruto tambaleante de la rama que lo sostiene, un fruto podrido antes de madurar y que bien podría ser arrancado para salvar la cosecha.

 

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