Un ápice de piedad

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Tiempo. Despiadado y cruel tiempo, por favor, detente cuando le veas pasar, haz que las horas se congelen y dame el valor para encender la llama de la valentía. 

Tiempo, cruel y despiadado tiempo, no permitas que las horas avancen cuando él está cerca, haz que el resto del mundo siga su paso y solo su mirada sea la que ilumine el alba. Te lo pido a ti, responsable de mis noches alegóricas y desdenes rocosos. 

Tiempo, permítele ver este sentir reflejado en la luna, en la claridad de la fría luna. Haz que sus recovecos no sean los de un laberinto para que escuche al viento guiarle al pasadizo de mi amor. 

Tiempo, detente por la eternidad que me resta, tú, que me quitaste el aliento cuando le vi pasar, tú, que no encontraste trampa más mortal que la de volver a amar. Tiempo, he de decirte que sé lo que es sanar. 

No me dañes de nuevo. Yo que fui nieve en la sequía, yo que sobreviví cuando casi moría, te pido no me arrebates este aliento de vida. 

¿Desea su majestad revancha?, o ¿desea verme inmersa en una avalancha? ¿Quiere batalla en la serenidad?, o ¿quiere verme volver a empezar?

Tiempo, te lo pido, no seas más mi verdugo. Si algo espera por mí al final, déjame asomarme a la ventana de la serenidad.

Tiempo. Despiadado y cruel tiempo, por favor, permíteme volver a empezar en la mañana cuando le vea pasar…

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