A la espera

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Había salido corriendo de mi casa. Ya no aguantaba más estar encerrada sin hacer nada, esperar me hacía estremecer. Quise dejar el celular en el sillón, pero esa imperiosa necesidad de saber me obligó a tomarlo muy a mi pesar. Llegué al parque con la ansiedad al tope, la gente alrededor me hacía sentir muy incómoda, de manera impaciente busqué un lugar donde sentarme. Afortunadamente, en uno de los rincones apartados del parque estaba desocupada la banca vieja. Corrí hacia ella y descargué todo mi cuerpo. Cerré los ojos y respiré profundamente, por un momento todos los sonidos desaparecieron y solamente podía escuchar mi respiración agitada que, al poco rato, empezó a desacelerar. 

Estaba esperando la respuesta a una solicitud que mandé. En el pasado había mandado más de un par y en cada una de ellas me había esforzado por escribir de manera seria, deslizando de manera tácita (según yo) mi ferviente deseo de que mi petición fuera aceptada. Es difícil cuando aplicas a algo que deseas mucho y te terminan rechazando. “Gracias por su interés, pero…” Me habían dicho que no varias veces y siempre se me partía el corazón. 

Lo volví a intentar. El llenado de papeles siempre es lo más fácil, aunque engorroso. En cambio, justificar por qué es algo que siempre me ha costado un trabajo tremendo. ¿Cómo decir: “porque quiero”, “me hace bien”, “me ha conquistado” de manera formal? Había intentado con: “Después de pensarlo bien, me he dado cuenta que es lo mejor para mí. Que su presencia haría un cambio importante en mi vida y, porque no está de más, me ha encantado y lo encuentro bellísimo.” No funcionó. 

Esta ocasión cambié mi estrategia. Nada de adornos, solo sinceridad. Terminé con una oración que, ahora que lo pienso, parece amenaza: “Si me rechazan, cometerán un error.” Mi celular vibró. Me regresó al bullicio del parque. Abrí mis ojos de golpe y con temor lo saqué de mi bolsillo. Tragando saliva leí: “Nos es grato informarle…” una sonrisa se dibujó en mi rostro “… puede pasar por el perro mañana…” ¡Sí, lo logré! Brinqué de mi asiento con mucha felicidad, las personas que pasaban me vieron raro, no me importó, la emoción me embargaba. Por fin, después de intentarlo mucho tendría un amigo peludo con quien compartir mis días, mi espacio y al cual darle mi amor. 

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