A segunda vista

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A Diana

Yo diría que he vivido todo lo que he vivido para llegar a ella.

José Saramago

Es la primera vez que los veo. A Jimena la conozco por Alejandra y a Luis, Ernesto y Diana por Jimena. El lugar es uno de los bares que abundan en el centro de la ciudad. Por lo que veo, Alejandra y yo hemos llegado tarde, pues los cuatro han consumido ya un par de cervezas y comida. Es claro que tendremos que ponernos al corriente. Hemos ocupado una mesa fuera del bar, la noche es agradable, es evidente que es abril. El lugar es cómodo: un par mesas ocupadas en el interior, al lado de nosotros un grupo de amigos y, un poquito más alejados, una pareja. Espero caerles bien. 

Alejandra ha llegado acompañada, él tiene facha de ser lo que llaman un “Godín”, ha de ser un tipo súper pesado, da la impresión de formar parte de esos hombres que creen que no los merecemos, un payaso. Es reservado, aunque no sé si sea timidez o arrogancia. Se llama Humberto, si me preguntaran diría que es bien parecido, pero como nadie ha preguntado eso, debería de omitir esa clase de comentarios. Jimena me invitó, razón por la que estoy aquí. Tengo trato con todos, excepto con Humberto; a él acabo de conocerlo. Él se ha sentado frente de mí, me molesta su pose reservada. Tal vez sea mi imaginación, pero puedo percibir su mirada, no lo conozco, quizá no sea lo que aparenta. 

La tengo frente de mí, es bonita, simpática y tiene una linda sonrisa. Acaba de decir una tontería, ha de ser el tipo de ocurrencias que se inventa todo el tiempo. Me la imagino así en todos lados, sonriendo y con esa coquetería tan natural. Es increíble, cuando la conocí no me causo mayor impresión, sin embargo, ahora su presencia lo abarca todo. ¿Se habrá percatado de que la miro? Trato de no importunarla, pero su mirada. Sus ojos. Sus ojitos. Soy escéptico, pero Diana es la prueba irrefutable de que Dios existe. No debo de ser tan exagerado, acabo de conocerla. Tal vez sea el alcohol que empieza a tener efecto en mí. Trato de sobrellevar las cosas con todos y que Diana no me tome por un hombre reservado. 

Quién lo diría, no es tan callado. ¡Vaya!, es de esas personas que necesitan una cerveza para hablar. Me gustaría conocer a más personas así, esas que su timidez se quita con un poquito de tiempo. Bien dicen que no hay que creerle a la primera impresión. A segunda vista me llama la atención. De haber conocido a Humberto en otras circunstancias me pudo haber gustado. 

Claro que me gusta Diana, cómo no podría gustarme. Hemos dejado atrás el bar y ahora que caminamos por la calle me gustaría tomarla de la mano y decirle que ella es lo que siempre he buscado. Que desde ahora ya no quiero a nada ni a nadie. Es exagerado de mi parte, acabo de conocerla y siento que toda mi vida se reduce a ella. ¿Cómo decirle que me gustaría probar sus labios? 

Humberto besa bien, me gusta su boca, la forma de sus labios. No pensé que pasaría algo más entre él y yo. Me gusta, pero no debe ser; sabía que sus miradas no traerían nada bueno. 

Y ahora, ¿cómo le explico a Diana que la quiero?

 

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