Carta hacia el pasado: no estoy hecho para amar

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Te amé de una forma diferente: lo que sentía era sincero, solo que estaba envuelto por un fuerte miedo; no lo quería demostrar. Cuando te vi llorar el martes del mes de octubre me sentí triste, absorbí tus emociones; al menos hubiera querido tener el valor de preguntar cómo te sentías en aquel momento en que cruzamos miradas esa misma tarde.

Ya no quería enamorarme de ti, era adictivo, aunque se sintiera bien, yo sabía perfectamente que me mataba internamente. Me lo planteaba una y otra vez mientras caminaba por las calles, huyendo de la lluvia con rapidez. Era tan fácil volver a amarte, pero tan difícil olvidarte; mi indecisión te acercaba y te alejaba.

El martes 24 de noviembre caminabas junto a él, mientras yo solo me quedaba a ver; veía a la gente caminar, sonreír y socializar, así fue hasta que me hablaste cuando menos me lo esperaba. Ese día fue el mejor y también el peor, pero nada supera lo que sucedió tres días después, cuando caminamos a solas, jamás fui tan feliz. Ni así pude pronunciar más palabras, vivo en constante arrepentimiento.

Si no pensara tanto, si no hubiera sido tan cobarde, hubiera podido estar contigo, para amarte. Aunque te buscara por todo el mundo no sabría qué decirte, y claro, volvería completamente inerte. Ya terminó y jamás volverás, nunca hice nada para mantenerte a mi lado. En aquel 2015 había una mínima esperanza o al menos así lo veo ahora. Todo siempre se remonta al “hubiera”.

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