Colibrí

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En busca de la pitaya para compartir juntos, caminando y estallando entre mil puertas de sol, destinada a encontrarte, ojo por ojo, causa por consecuencia, libertinaje por arrebato, qué  alma tan pura, qué ausente tu suerte, ya no puedo seguir, seguir espiando, preguntando y persiguiendo. Me he cansado. 

San Pedro, San Pedro mi pueblo, San Pedro tu nombre, y San Pedro la canción que sigue sonando fuerte. Mientras tanto se asoma el pox, elixir de los dioses. Dos estrellas pérdidas, calles empedradas que se abalanzan entre los viejos caminos y el café que ya se enfrió.  

Charquito de agua, pesca de nostalgia y velo de novia, entre envolventes brazos y cuartos etéreos llenos de charlas superfluas sincronizadas por el dios del tiempo. Quiero de querer de verdad y de puro corazón sincero, quiero algo con él y contigo, pero más contigo que con él. ¿Es válido?, querida moneda del destino, ¿qué rayo de tormenta arrojarás hoy?, caudal de flores amarillas y la dueña de todas las dudas, sin compromiso de frente y de detrás, la manda de enviar los pensamientos y deseos al festín del hostal. Me cura, cura mi corazón en cada marea, nadie nos entiende. Mientras tanto un alma en vela y otra en el desván. Cúrame el ser con trago, maíz y leña. He mirado que tu historia no tiene una pitaya de color rosado, y eso es todo. Esto se acaba, no te enganches, siempre al despertar tu vibrante aura, tan escandalosa y polifacética, ya no te quiero tanto y sin embargo… Te has dejado lastimar, te lanzan, te arrojan y te dejan, seduces y te apartas como pájaro atolondrado por la pizca de compromiso que aún no terminan de ofrecerte. La razón de mi vida, el sol y la ilusión de mi dulce café del mediodía. 

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