De la muerte y la verdad

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La verdad es un organismo al que debemos mantener vivo. He decido ocultar la verdad, ipso facto, ella misma comienza a necesitar ser alimentada, requiere propiamente de mí. ¿En qué rincón y en qué lugar se podría encubrir aquello que brilla como el sol? ¿Cómo impedir el crecimiento y vida de aquello tan bello?

La verdad necesita ser alimentada y si se priva de bella comida, de justos cuidados y de bellos tratos, ¿no será que, quizás, ella se irá pudriendo por su mal trato? Cuanto más se esconda más se pudre; nublada, abrumada de tragos amargos y tratos abruptos, ella grita, espeta, patalea y exige aparecer. ¡Bella y buena verdad, eres injustamente privada!

Cuando al de los pies hinchados (Edipo) se le cuenta su destino, él intenta correr y burlar su fatídico final, creyendo que al irse se estaría alejando del hilo de las Moiras. Pero él no sabía que con cada paso que daba, en vez de alejarlo lo acercaban. ¡Ay, ay y más ay! ¡Abraza a tu madre y besa a tu amada! ¡Besa a tu hija y abraza a tu hermana!

En el momento en que al celoso (Otelo) se le hace presente su meta, él busca dar cierre a todo su sentir y hacer patente que nada ni nadie se burlará de su nuevo reinado y de su “amor” imperante. Él cree en los que no debería confiar, y desconfía en los que debería creer. ¡Ay, ay y más ay! ¡Baja esa espada, querido! ¡No la beses y no la despidas! ¡Pañuelo funesto!

Ni Otelo ni Edipo lograron escaparse de los brazos y los hilos —casi cadenas— de la verdad. ¿Cómo podría yo esconder el cadáver fétido de la verdad que guardo en mi chistera? ¿En qué momento me creí más fuerte y veraz que la verdad misma? ¿Cuál sería el sentido de privar la gran luz y voz de lo que la cosa es en sí misma? ¿Cuándo me creí más astuto que la sapiencia que mantiene el orbe? Recemos —con aquellos—: ¡La verdad es buena, bella, justa y verdadera!

¿Qué es lo más verdadero que tiene todo ser vivo? Que el hecho mismo de que exista hace necesario que desaparecerá, es decir: morirá. ¿La verdad es pues la muerte de todo lo vivo y lo real? ¡Ay, ay y más ay! Funestos aquellos que ocultan la verdad de lo que son. Malditos y repudiados por todos los hombres y todos los dioses aquellos que ocultan la verdad no solo para sí, sino para todos, y para los amados.

¿Logré algo al mentir? ¡Todo lo malo! ¿Acaso he muerto ya? ¡No! Primero fui y seré descubierto. ¿Cómo evadir la verdad misma de la misma verdad? ¿Podré escapar de la muerte? ¡Os convoco a mentid y hablar de la muerte y la verdad!

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