
Cuando me asomo al pasado
no puedo evitar pensar en la dicha que sentí
cuando la existencia se resolvió en tu mirada.
El día que te dije adiós
sabía que dejaríamos de hacer lo nuestro,
que cada uno tomaría sus escombros,
y retomaría su rumbo.
Pero sigues aquí,
entre las páginas de los libros prestados,
entre las calles y sus tiendas,
entre el tumulto del mundo,
en la profundidad del silencio.
Y yo te esperaré
hasta que los muertos bailen,
y el hierbajo rompa las banquetas.
Hasta que la astenia deje de cabalgar el mundo,
y las cucarachas nos regalen perlas.
Cuando el aceite de tus ojos
se funda en el horizonte
sabré que estás aquí,
y volverán a sonar nuestras canciones.
Y volverá la yerta alba.
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