Quizás en otra vida

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Se conocieron en un pequeño salón de clases, cuando Alan, un chico de ojos prominentes, discutía incesantemente con la profesora de historia. El temario decía: Introducción a los conocimientos básicos sobre las grandes guerras civiles. Un tema común en el país. Alan nunca había hablado con Esmeralda, una chica con hoyuelos muy distintivos en las mejillas, ya que eran de años diferentes; la gran excepción de ese curso consistía en que se trataba de una clase compartida por todos los grados.

Era complicado entender lo que sentían: se odiaban mutuamente y solían evitarse, pero no sabían por qué, pensaban que era algo normal; pronto comenzó a verse tan natural que su presencia causaba repudio. Sin embargo, un día se vieron en la necesidad de hacer un trabajo en equipo, así que dejaron los juegos de odio y sin querer comenzaron a conocerse.

Esmeralda pensaba que Alan no sería capaz de tomarse en serio el trabajo final sin desviarse del tema; Alan creía que Esmeralda no podría preocuparse por otras personas, hasta que en los últimos días de clases él pudo exponer perfectamente y ella cuestionó un hecho histórico. No imaginaron volverse a ver hasta que se dieron cuenta de que irían al mismo lugar en las vacaciones.

—Tal vez lo juzgué mal —ella lo meditaba.

—Tal vez ella no es lo que pensaba —él reflexionaba.

Unas semanas después de pasarla juntos, tras aburrirse de hablar sobre la escuela, decidieron conocerse mejor regresando a clases. Alan buscaba el mejor lugar, mientras que Esmeralda quería que todo fuera cómodo para ambos. Preparaban algo que pocas personas hacen pero que todos desean: ser felices.

Esa tarde en la que tanto Esmeralda como Alan se arreglaron con entusiasmo, estalló la guerra. Las calles habían sido cerradas y las personas estaban corriendo; tenían que encontrarse en la plaza, pero al verse de lejos, un tumulto de gente los llevó a ella y a él en diferentes direcciones. Solo pudieron decir unas palabras antes de desaparecer:

—Te buscaré —dijo él, enjugándose los ojos.

—¡Te encontraré! —dijo ella. 

Se dieron cuenta de la gran cantidad de tiempo que perdieron subestimándose y de lo efímero que fue enamorarse. Desde esa última vez, nunca se volvieron a ver. Lo que no sabían era que tenían una pequeña posibilidad de volverse a encontrar, quizás, en otra vida.

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