El humo

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Sale humo de las ventanas de la casa. Parado, huele la mezcla de la brisa del bosque con el humo. Como si estuviera lejos, escucha el llanto del bebé. 

Andrés se mete a la casa, está casi vacía de muebles. Saca un trapo de su bolsillo trasero y se tapa la boca y la nariz. Caminando, repasa las tres fotos sobre el estante: los abuelos, él recibiendo una medalla portando su casco amarillo, el bebé; ninguna de los viajes que Camila le pidió que hicieran. Vuelve a oír el llanto. En realidad no había dejado de llorar. En el comedor encuentra un frasco de Camila, vacío. Lee en la etiqueta Rivotril, 2.5 mg/ml, gotero. Pronto el humo hace difícil leer el resto. Aprieta el trapo más fuerte. Tose.

Se acerca a las escaleras y siente calor. Es más fuerte el llanto, ahora con tosidos. Se escucha el quedo crispar de las flamas. Con un pie en el primer escalón, se detiene y voltea hacia la cocina. Alcanza a ver los trastes sin lavar en la tarja. Ve que el humo sale por la ventana sobre la tarja y huye hacia el bosque. Va y la cierra.

Camila siempre le cuestionó vivir tan aislados, cerca del bosque ¿Cómo esperas que esté yo aquí lejos de la ciudad, de la civilización? Y ¿cómo crecerá el niño? La respuesta de Andrés fue: feliz. A sus conocidos, Camila les explicaba que era por trabajo, que cuando había siniestros él era el primero en llegar. 

Llega a la primera planta. Siente cómo aumenta el calor. Lo primero que hace es ir a cerrar las ventanas. Mira los cuartos desacomodados, como olvidados, y la tele que emite noticias sobre otro incendio, es gigante. 

Oye sirenas, distantes. Se acercan. Cuando ve que son de policía continúa con su tarea. Tose.               

Camila se había enamorado de Andrés porque era bombero. Alguien fuerte, bueno, muy dedicado, incluso ambicioso. ¿Cómo impedirle mudarse a alguien con esa fuerza de voluntad? Si tan solo le dedicara más tiempo a ella y al bebé.

Sube a la segunda planta. Toma al bebé, que vomitó. Tose y llora. Entra al cuarto donde Camila duerme y respira ahogadamente. 

Le entra una llamada. Inspector Pepe Ramírez. Presiona el botón rojo y apaga el celular. Quiere pasar tiempo con su familia. Solo para asegurarse, agarra el celular de Camila. No tiene clave, siempre confió en él. Lee una conversación con Edgar Doctor y confirma lo que vio hace dos semanas. Gracias por comprender, mi amor. Si lo pierdo en un incendio, ¿qué será de mí? Entre el humo, llantos y tosidos, se pone a pensar en las cosas que no hizo.

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