El teatro de las sombras vecinales

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Junto al patio, en mi estudio, un momento sobre la hamaca. Poco a poco se van encendiendo los escenarios en las ventanas de los vecinos, las siluetas tienen muy memorizado su papel. En la ventana de la pareja cuarentona de vecinos de la izquierda, se encienden las luminarias y el primer acto comienza. Una silueta lava delicadamente los platos de la cena, la escenografía está tan bien ejecutada que incluso algunas noches logras adivinar qué platillo cocinaron por las siluetas de los utensilios. Hoy fue pasta de nuevo, los delata ese colador que limpian bajo el chorro de agua intermitente. 

A la par, el segundo acto se enciende. La ventana larga que da directamente a mi patio se ilumina, detrás de esas cortinas amarillas que seguramente en un momento fueron blancas, pero así es el tiempo, no perdona absolutamente nada. Durante el último mes que asisto a esta obra, este acto siempre me ha parecido cautivante, suele tener variaciones. A veces es solo una silueta sentada acompañada del humo del cigarro, otras veces hay más actores que danzan en torno al mismo humo; sus actos suelen ser cíclicos y de narrativa simple, siluetas claras que ocasionalmente presentan una intimidad entre sus siluetas para después volver al monólogo acompañado por el humo.

Muchas noches la obra suele terminar con este acto, pero ocasionalmente hay funciones especiales que incluyen un tercer acto. La ventana de la izquierda se enciende y de inmediato el escenario se llena de las siluetas de la vegetación, los helechos ocupan todo el sitio, se deslizan suavemente por la escena. Tal vez por eso no siempre se presenta el tercer acto, los helechos suelen ser unos actores complicados, que te engañan con su falta calma y son increíblemente difíciles de manejar. La silueta de un niño y un pequeño avión de papel surge, moviéndose entre las hojas de los helechos, o tal vez son las hojas las que se abren a su paso por el miedo de salir heridas. No siempre sale a escena, pero siempre hay un actor adulto supervisando el acto. En algunas ocasiones incluso suele incluirse en los juegos con pequeños carritos de juguete y solo permanece presente.

No sé qué me mantiene aquí noche tras noche observando estos actos teatrales. Sé que son monótonos y de una simpleza abrumadora, pero hay algo que me atrapa en esas rutinas simples y repetitivas o tal vez es la tranquilidad de reconocer siluetas conocidas y al final me pregunto si mi actuación cuando encienda la luz será interesante.

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