Los tirones de la vida

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El día en el trabajo se había vuelto difícil. Le había pasado tantas veces que se regodeaba en el hecho de poder controlar sus emociones, de no renunciar, aunque quisiera hacerlo, de no tirar a la basura todo aquello que, sin importar lo poco que fuera, había logrado construir. Su empleo le parecía en sí una aberración, un signo de la decadencia de la vida y la falta de humanidad y empatía por el ser humano. Un negocio que se dedicaba al arreglo estético de animales, a su cuidado, no sería tan malo si no fuera frecuentado por las familias de dinero que solo aparentan cuidar a sus mascotas para completar el cuadro de una familia de buenas costumbres. Le había pasado tantas veces la avalancha de pensamientos que, mientras miraba por la ventana (siempre miraba por la ventana), se le escapaban al vacío.  

Me pregunto —decía para sus adentros— si de no haber dedicado tantos años de mi vida a este trabajo, ¿qué sería de mí, a qué me dedicaría? Tal vez de no estar aquí, de diez a ocho, podría hacer todas esas cosas que he querido hacer y que no hago. Podría empezar a escribir mis cuentos y poesías, tomar lecciones de piano, aprender a cocinar. Tal vez, de no estar detrás de esta ventana, podría pasearme en la acera de enfrente, ir de vacaciones, viajar a un pueblo y perderme. Creo que esta época lleva a la indecisión de toda una generación; mientras, por un lado, hay quienes nos dicen que persigamos nuestros sueños, a su vez, hay quienes sustentan la antítesis. Se dice por ahí que hay que disfrutar el momento, que las cosas no vuelven, o que construyamos el futuro, que persigamos el dinero y la estabilidad, “ya luego viajarás”, “ya luego te tocará”, que cuando seas viejo, de cabello escaso y con dificultad de movimiento, será el momento, al fin, de hacer las cosas que no hacemos. 

Le tomó otros veinte minutos despejar su mente, el día a partir de ahí, si bien no sería sencillo podría soportarlo. Había aprendido a controlarlo, aunque, de vez en cuando, se preguntaba si ese control sobre sí mismo, sería lo suficientemente fuerte, si podría resistir una vez más los tirones de la vida.       

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