Mañana me cuentas

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Pues… ¿qué se le va a hacer, niño? Lo hecho, hecho está y lo que no: no existe. No hay vuelta atrás, lo que sigue es avanzar; porque el sol sale y después se oculta. Si me pongo a pensar en que no voy al campo, la siembra se detiene. Y quedarme sin siembra es quedarme sin comer, si no como yo, no come nadie. Mi mujer me recordaría lo bruto que estoy, y yo, recurriría a la violencia. ¿Pa’ qué? Ya juré que no lo volvería a hacer, y aquí las mandas se cumplen porque se cumplen. No en balde me gasté todos mis ahorros para pagarle a ese señor que me escucha hablar cada semana. Me dice que el hacer toma su tiempo y lo que no se hizo, son puras fantasías: “Para dejar de pelearte contigo mismo, tienes que empezar a pelearte con otros, en la realidad. Ocúpate de tu presente, el futuro es lo que estás haciendo hoy. El pasado es irrecuperable”.

Si me pongo a divagar: me pierdo, y quizá ahora sí, me les muero. Muerto, como el agua que se estanca; después me pondré verde, y después me cubriré de burbujas pestilentes, las larvas y los renacuajos bailarán sobre mí, y tal vez hasta me salten sapos. Pero yo ahí, quedaría: en el fondo del estanque. Por eso necesito correr. Yo nací para domar al viento, y si no, para pasearme de vez en cuando sobre él. Por eso niño, no puedo pensar en lo que no hago, porque me da por tomar, y perderme entre las hierbas oscuras, donde ya es difícil ver. Y, entonces, tendría que ocuparme una vez más en encontrar el camino a casa y ahí sí está cabrón, porque en este lugar todas las casas se parecen, y en la negrura, los muertos se desdibujan a un lado de los vivos. Pero tú sigue aquí, si eso es lo que quieres. Yo me voy. ¡Salud por eso! Mañana, cuando venga de regreso, nos tomamos otra, y me sigues contando, sobre las cosas que no haces.

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