Mi querida No

books-2599241_1280-thegem-blog-default

Por la mañana no me hice el desayuno, tampoco escribí, ni siquiera me bañé. Permanecí en mi cama contemplando, que para muchos es no hacer nada, los cientos de libros que no he leído. Me esperan en los estantes, sin abrir, ajenos al placer de ser ojeados. Cada título forma parte de la enorme lista de lo que no he hecho, pero no la he tecleado, así que el inventario de lo que no he hecho comienza por «Hacer lista de lo que no he hecho; seguido de «Confesarle mi amor a Silvana».

En lugar de completar una simple tarea, pienso por horas en grandes planes que jamás concreto. Mi papá me reprende con la mirada cuando me ve echado de panza en el jardín sin hacer nada. Economiza su lenguaje, tiempo y vida. No lo entiende. No entiende que, si bien no soy el literato que quisiera ser, y tal vez nunca lo sea, escribo con pasión precisamente porque aún no soy lo que quiero ser. No he leído a Tolstoi, Balzac, Faulkner… ni a los últimos diez Premios Nobel, y son ciertamente los autores de los que más hablo, los que más ansias tengo de conocer. Tampoco le he pedido el número a Silvana. Ella siempre comenta en clase acerca de Mishima, Kenzaburō Oé y Sōseki, a quienes ya “anoté” en mi lista. Apenas y le hablo. 

No hago la cama, ni sé tocar el piano y no me destaco cuando juego tenis. No la veo a los ojos. No lavo mi ropa a menudo, ni paseo con mis amigos seguido, ni voy al cine; aunque sí “pongo” en mi lista las mil y una películas que deseo ver. No soy capaz de seguirle la plática. No estoy viejo, aunque así me sienta, sin la sabiduría, claro; ni soy joven, aunque así me califiquen, sin la beldad, energía y frescura, claro. Por más que lo deseo, jamás la invitaré a salir. “Guardo” la anotación en mi inventario consciente de que nunca la borraré. 

«¿Por qué no vamos por una chela saliendo?», me dijiste aquel día que me fui a la escuela en ayuno, sin avances en mi novela y oliendo medio raro, a lo que respondí «Ahorita vemos, Silvana»; a la vez que tomaba mi lugar nervioso. En la primera clase no vimos a Capote, más bien hablamos de lo infausto de encontrar editorial; en la segunda no capté bien los tercetos de Dante y de la última ni me pregunten. No prestaba atención más que a ti. Al final te acercaste a conocer mi veredicto; un rotundo «No». Te marchaste y no te perseguí, ni lloré, ni cambié de opinión.

De vuelta en mi casa preparé la cena, escribí un poco y me di una ducha para dormir a gusto. Recostado, te soñé despierto: Te quiero tanto como a la alegría que viene y va. Me gustas más que la Shakespeare and company que jamás he visitado. Me apasionas como la lectura de los libros que aún no leo. Somos el romance de alguna película que nunca vi. Eres lo que más adoro, mi mayor anhelo. Y no quiero que dejes de serlo, por eso, Silvana, mi respuesta para ti siempre será «No».  

96

Dejar un comentario

X