Responso por lo perdido

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“Ante los troyanos llegó…la dolorosa noticia”. 

Canto II, Ilíada.

Habrá principio y fin 

para el hombre común de cara lisa

que dejará su pecho para el desprecio

cuando incendiada la ciudad

sus hijos como aves con dientes de hueso

querrán llevarse todas sus pertenencias.

Los muros serán espejos avergonzados de sí mismos,

ahuyentaran la desgracia

pero la desgracia son los que vendrán perseguidos 

porque son ellos las raíces enterradas en la raíz de la tierra:

la ciudad al morir dejará su fundamento 

en los que no miraron el diluvio detrás de su espalda.

 

UNA NOCHE DE 1,200 A.C.

 

Cuando los demás callaron y de sus narices un sonido de sordo acordeón 

tocaba los pedales de la sombra,

la noche abierta a 45° lame la poca luz atravesada en los campamentos:

nosotros, por quienes nadie desfundará la espada

                                                               la pistola  

                                                               o un discurso de agradecimiento,

tendemos las reses, combinamos cebollas y lentejas,

sándwich o caldo de pollo

                                         amanecemos en nadie.

Por nosotros ¿acaso

hablará el hijo de un ángel mutilado?

LO INEVITABLE

Qué gran observación de aquel viejo 

que a sus años promulgó que la vejez es lo único que nos iguala.

Pero ni en la guerra, la agonía

 es ho

     ri

     zon

     tal.

Lo único que es seguro y fuera de libertades:

la vida, punto a punto que nos conduce hacia la no vida.

Lo demás, es un poema vacío.

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