Cada mes

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Me despierto empapada en sudor, me levanto y con pasos torpes por estar recién despierta camino hacia el espejo, cierro y abro mis ojos con fuerza antes de enfocar bien mi rostro, me pican las legañas y las quito con mis dedos, el cabello todo enmarañado, marcas de la almohada pintadas en mis mejillas, otra vez me da miedo revisar mis dientes, con la lengua hago revisión de mis muelas, todo en su lugar, aún tengo la sensación de la sangre ahogándome y los dientes cayéndose, mi piel se eriza, decido que es mejor dejarlo pasar y volver a dormir.

De nuevo me agobia la misma situación en el sueño, me despierto con el corazón latiendo rápido y fuerte, me levanto y corro hacia el espejo, mis ojos se abren con la sorpresa, incapaz de entender lo que me pasa, de mis labios salen chorros de sangre, con miedo abro la boca, no puedo evitar toser por todo el líquido rojo brotando, toco mis dientes delanteros y se deshacen en mis manos, dejando salir más sangre, grito por el dolor y por ayuda, pero nadie llega a mi lado, a mi rostro le pasa algo extraño, brota sangre de mi nariz, de mis ojos también y eso me impide ver bien, con la desesperación apoderándose de mío corro al baño, abro el lavabo para lavarme el rostro, no deja de salir ese líquido caliente, espeso y carmesí de mi cuerpo, me siento débil y mareada, me recargo en la pared mientras intento gritar más fuerte, mis piernas me fallan y me caigo totalmente al suelo, me entrego a la abrasadora oscuridad.

Un fuerte dolor en el vientre como punzadas me despierta, ¿estoy viva?, pruebo el sabor a fierro y sal en mi boca y me cercioro de que todos mis dientes estén en su lugar, estoy en mi cama, alguien me debió traer aquí, con miedo toco mi rostro y está empapado, miro mis manos y es sudor, suspiro de alivio, de nuevo un dolor punzante y casi agonizante se me clava en el vientre, de tanto dolor me dan ganas de vomitar, me levanto al baño y siento mi entrepierna mojada, levanto las sábanas y miro sangre, le grito a mi mamá y ella viene enseguida, me abraza al ver la escena, y me ve con pena.

—Ya eres toda una señorita me dice, pero no sé por qué eso suena como una condena.

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